Los mensajes que quedaron sin responder
Poco se habla del luto por perder contacto.
¿Qué pasa con aquellas amistades que se desvanecen cuando menos te lo esperas? Esas que empezaron intensas, que nos trajeron momentos, secretos, y compañía en nuestros peores días. Esas que de repente, o quizá lentamente, empiezan a deshacerse. Quizá sea el tiempo. Quizá sea que ya se consumió todo. O tal vez porque ya no estamos en la misma etapa de la vida. Puede que el interés se perdiera, puede que ya nada quedaba. Que nos lo llevásemos todo.
Pero cuánto duele.
Cuánto duele los mensajes que quedaron sin responder.
Las conversaciones que nos quedaron por empezar.
Las promesas que guardó la luna.
Las fotos abandonadas.
Los recuerdos que el viento se llevó.
¿Qué pasó con las charlas de madrugada? ¿Qué ocurrió con aquellas risas? ¿Cuándo cruzamos la línea entre la amistad y la completa indiferencia? ¿Cómo una amistad tan profunda puede convertirse en tan solo un recuerdo?
El tiempo es tan efímero, tan volátil. La confianza que una vez se creó, con calidez y orgullo, hoy se desmorona y nos convierten otra vez en completos desconocidos.
Y empiezas a pensar: ¿se acordará de mí? ¿Por qué perdimos el contacto si estaba todo bien? ¿Por qué acabó? ¿Es mi culpa? ¿Se aburrió de mí o simplemente le dejé de importar?
Y a pesar de todo, incluso con la nostalgia que hoy siento al recordar, agradezco a esas personas por haber estado en mi vida. Por todo lo que me aportaron, aunque ya no estén en mi día a día. Agradezco lo que me enseñaron, los consejos y el apoyo que una vez me dieron. Los momentos vividos, los llantos y las risas compartidas.
Doy gracias por haberles conocido, aunque hoy su ausencia me deje un pequeño vacío en el pecho. Fueron los compañeros perfectos en los tiempos perfectos. Y aunque del ayer ya solo quede un chat abandonado, una foto guardada en un rincón, y un recuerdo grabado en el alma, sé que mereció la pena. Fueron personas que, aunque no se quedaron, vinieron a mi vida para dejar una huella que jamás se borrará.
Hoy se cierra un ciclo. Hoy me despido de todos aquellos que formaron parte de mi vida, que están ahora recorriendo su propio camino. No hay rencor, solo gratitud. Hoy me voy, con nuestros recuerdos y con paz. Abrazándome, pues me alegra poder haber sentido tanto cariño por aquellas personas.
Adiós, amigos.
Ojalá coincidamos en nuestra próxima vida.

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