Angustia

Angustia. Angustia del pasar de las horas. Del tiempo que se escurre. De la rutina que estrangula. De los momentos que se pierden como estelas y la sombra de un futuro que muerde, que se acerca enseñando sus dientes.


Angustia de pensar que todo va muy rápido. De saber que los minutos que mueren jamás regresarán. Angustia de sentir hundirte en un océano negro, tan negro como un profundo abismo.


¿Sabrán las estrellas, eternas y tranquilas, el amargo sentimiento que experimentamos los humanos? ¿Sabrá la luna el miedo que nos aguarda en cada esquina? Quizás sí, y solo puedan observar e intentar calmarnos con su brillo, con su luz eterna y pura. Quizá por eso se mantienen serenas en el firmamento, para que jamás perdamos el rumbo aunque la oscuridad se cierna sobre nosotros. Para que los problemas parezcan minúsculos en comparación con la grandeza del lugar donde descansan. Para recordarnos que el pasado y el presente son uno en el cielo, y que el tiempo en realidad es una ilusión demasiado cruel, demasiado bella, demasiado terrorífica.


Es por esto que a veces miro al cielo para perderme en su manto. Para que la oscuridad apaciguante llena de destellos me abrace y me acune. Para que la brisa fría me bese y aleje todo el dolor. Para encontrar la paz que tanto anhelo y espantar los temores que la luz del día no puede quemar.


La luna guardará nuestros suspiros como el más bello secreto. Su luz blanca parece purificarlo todo, bañando de plata el mundo. Vela nuestros sueños y calla nuestras preocupaciones como la más eterna y fiel amiga.


¿Conseguirán algún día desvanecer la angustia del todo? Quizá sí, quizá no. Pero mientras, podremos acudir a ellas para descansar entre sus brazos


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