Cansada

Cansada.

Cansada de dar por hecho las cosas. De pensar que las cosas son de una manera cuando en realidad no. De creer en ilusiones que se rompen con tan solo tocarlas, como si se tratasen de una sutil quimera. De creencias disfrazadas, de rostros enmascarados, de pensamientos intrusos que desordenan mi calma.

Demasiado inocente para este mundo. Demasiados sueños incrustrados, hasta el punto de no poder ver la luz de la cruda realidad. Demasiado frágil, demasiado ligera hasta el punto de no poder rozar el suelo. Y por ello, la realidad me pega una bofetada en la que siempre quedará la huella.  

Harta de darle vueltas a la cabeza hasta perder mi felicidad y mi calma. De acosadores pensamientos que drenan mi energía hasta convertirme en un ovillo de ansiedad y miedo. Quisiera un descanso de tanto. Quiero poder huir a un pacífico lugar desconectado de todo. Allá donde pueda gritar hasta quedarme sin voz para echar todo lo que llevo dentro, quemándome en los labios y en el pecho.

Qué frágiles sentimientos que se rompen y se crean, en un ciclo infinito que acaba por estrangularme, hasta perderme en un abismo sin luz, donde ni la luz de las estrellas sabrán sacarme. Sola en la oscuridad llena de garras que me arrastran.

A veces quisiera escapar de estos monstruos. Llorar hasta quedarme sin lágrimas, hasta ser un cálido desierto donde el invierno no llegue. Donde el frío y la ansiedad no me rompan. 

¿Cómo escapar de estas voces? ¿Cómo salir de este círculo que me agota? Las cadenas que apresan mi mente me aprietan hasta provocarme un tenebroso grito sin voz. 

Qué ansiedad, qué pena. Qué desosiego. Qué rotos estamos los humanos. ¡Cuán frágiles son nuestros sentimientos! A veces hay gritos que no suenan. Se quedan ahí, en nuestro pecho, rumoreando día y noche hasta que amaine el dolor. Pero son gritos que no salen, que nadie más que nosotros escuchará.

Y caemos siempre al mismo abismo lleno de fantasmas y crueles espectros, donde el grito sigue resonando a lo lejos. Quiero que esta batalla termine. 

Que todo pare, que el mundo me de un respiro. 

Porque estoy cansada y herida. Porque no quiero más pensamientos que me aplasten. Porque no quiero que me hagan más daño. Porque quiero dejar de estropear las cosas, de ser de cristal.

Algún día me convertiré en roca, recogiendo todos los pedazos rotos de mi ser. Usando las piedras que me tiraron en el camino. 

Algún día ya ninguna flecha podrá clavarse en mí. No habrá nada frágil, más que mi corazón escondido entre mil murallas de dura piedra. Después de haber sufrido hasta llorar, de haber caído hasta quedarme sin aliento, de haber sangrado tanto, me haré más fuerte. 

Ese día, ya no estaré cansada. 



Comentarios

Entradas populares de este blog

Heridas de infancia

Querida yo